miércoles, 16 de julio de 2014

El Jarrón de Dios

Cada tanto leo algún libro que marca una gran diferencia. Esa diferencia es la capacidad que me infunde de llevar a la práctica algún “truco” para “mover” dentro mío para que se mueva afuera: en las circunstancias. En este sentido ocupa un lugar de privilegio El Camino del Artista; y el truco por excelencia se llama “El jarrón de Dios”. ¿Qué es? Es un simple jarrón al que le atribuyo capacidades divinas: todo lo que alberga en su abultado vientre es protegido siguiendo las leyes de la naturaleza, que tienen  como finalidad mantener el orden en el caos, la salud en la enfermedad, la sabiduría en la ignorancia.

Aunque nací en el seno de una familia judía no practicante, no soy “religiosa” en el sentido tradicional, sino, más bien, que el proceso de recuperación de mis adicciones a la comida y a las personas se convirtió en un marco de crecimiento interior para “re-ligarme”, sabiendo que la palabra “religión” viene, justamente, de “religar-se” y, en todo caso, tiene ese objetivo: dejar de estar internamente escindido o dividido. El psicólogo Carl Jung llamó al mismo proceso “de individuación” ya que in-dividuo significa no dividido.

Hace muchos años dejé de pelear conmigo y la comida al dejar de hacer dieta. Esto me abrió un campo de conocimiento que no imaginaba que existiera: la recuperación de la adicción a las personas o arte del amor consciente.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el jarrón de Dios? Es un truco muy efectivo para generar “moderación” en mis reacciones: aquellas que me llevaban a “excesos vinculares” que me generaban emociones negativas como enojo o tristeza que terminaban en excesos de comida. Cuando me doy cuenta de que estoy saturando mis pensamientos con asuntos o personas como una vaca rumiando pasto, anoto en un papelito alguna palabra que sintetiza el tema, luego me coloco delante del jarrón y suelto dentro el papelito expresando: “Es Tuyo, hágase Tu Voluntad”. A veces he tenido que volver a sacar y soltar el mismo papelito varias veces ¡Cómo me cuesta entregar! (el control) Luego de un tiempo es interesantísimo y hasta divertido verificar que “la cosa” se solucionó de una manera mucho más eficiente, generosa y bondadosa de lo que hubiera sido con aquellos planes que me mantenían rumiando… controlando. Para mi mente lógica, lo que produce el maravilloso efecto es simplemente un cambio de vibración… pero bueno, bienvenido el truco para gestar ése cambio de vibración.
Otro verbo para designar el acto de soltar es “perdonar”.


Perdón es la cancelación que permite que la vida se mueva hacia el Bien.

Apreciar los intervalos

Apreciar los intervalos... los vacíos... respetarlos... auspiciarlos... darles el tiempo y el ritmo que necesitan para completarse... y saber... saber sin lógica... sin necesidad de garantías... aunque con una certeza dulce... suave... infalible... que justo al final del intervalo de turno... está EL BIEN.