Mi percepción a medida que envejezco
es que no hay años malos. Hay años de fuertes aprendizajes y otros que son como
un recreo, pero malos no son. Creo firmemente que la forma en que se debería evaluar
un año tendría más que ver con cuánto fuimos capaces de amar, de perdonar, de
reír, de aprender cosas nuevas, de haber desafiado nuestros egos y nuestros
apegos.
Por eso, no debiéramos tenerle miedo al
sufrimiento ni al tan temido fracaso, porque ambos son sólo instancias de
aprendizaje.
Nos cuesta mucho entender que la vida y el
cómo vivirla depende de nosotros, el cómo enganchamos con las cosas que no
queremos, depende sólo del cultivo de la voluntad (la voluntad es un atributo del Ser. La fuerza de voluntad es un atributo del ego. Creo que, por "voluntad", Mamerto se refiere al Ser: la calidad o nivel de la conciencia). Si no me gusta la vida que
tengo, deberé desarrollar las estrategias para cambiarla, pero está en mi
voluntad (mi Ser/mi modo de comprender-interpretar) el poder hacerlo.
“Ser feliz es una decisión”, no nos
olvidemos de eso. (nuevamente: ser feliz, como decisión posible de ser llevada a cabo, no depende de lo que "históricamente" nos pasó o nos pasa, sino del aspecto no-histórico o atemporal de nuestra psique: el tipo de conciencia o "cabeza" que interpreta-comprende) Entonces, con estos criterios me preguntaba qué tenía que
hacer yo para poder construir un buen año porque todos estamos en el camino de
aprender todos los días a ser mejores y de entender que a esta vida vinimos a
tres cosas: -a aprender a amar -a dejar huella -a ser felices. (uau... sí... a estas 3 cosas venimos. Y lo de "aprender a amar"... requeteuau: porque así es: ama realmente/sin juegos de poder, el que aprende. Para el "amor bueno" hay una teoría y hay una práctica. Suele aparecer con otros nombres: LOS LÍMITES COMO ARTE, por ejemplo)
Crear calidez dentro de nuestras casas,
hogares, y para eso tiene que haber olor a comida, cojines aplastados y hasta
manchados, cierto desorden que acuse que ahí hay vida.
Nuestras casas independientes de los
recursos se están volviendo demasiado perfectas que parece que nadie puede
vivir adentro.
Tratemos de crecer en lo espiritual,
cualquiera sea la visión de ello. La trascendencia y el darle sentido a lo que
hacemos tiene que ver con la inteligencia espiritual. Tratemos de dosificar la
tecnología y demos paso a la conversación, a los juegos “antiguos”, a los
encuentros familiares, a los encuentros con amigos, dentro de casa. Valoremos
la intimidad, el calor y el amor dentro de nuestras familias. Si logramos
trabajar en estos puntos y yo me comprometo a intentarlo, habremos decretado
ser felices, lo cual no nos exime de los problemas, pero nos hace entender que
la única diferencia entre alguien feliz o no, no tiene que ver con los
problemas que tengamos sino que con la ACTITUD con la cual enfrentemos lo que
nos toca...
Dicen que las alegrías, cuando se
comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se
achican.
Tal vez lo que sucede, es que al compartir,
lo que se dilata es el corazón.
Y un corazón dilatado esta mejor capacitado
para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen
por dentro".
MAMERTO MENAPACE monje benedictino.
Lo que está en rojo son opiniones-experiencias mías: Elena B. Werba