Como un fuerte magneto, veo en mí un
poder que restringe mi andar. Lo veo en la impotencia cuando de hacer orden se
trata: basura en los cajones, en la compu, en el placard; y digo “mañana”… “tal
día”… y la cosa sigue desordenada.
Me afecta. Y me afecta especialmente el
tema “cuerpo”. Tres o cuatro kilos de más… eternos… fastidiosos… parece que
necesarios por lo insistentes y resistentes. Si lo miro desde otra óptica, son
kilos “negociados”: el hipotético riesgo al ir creando mi vida, esta vida “independiente”
que llevo desde hace quince años, fue y sigue siendo concretada mientras voy
adquiriendo aquella confianza en la sincrónica Abundancia que va trayendo el
testimonio asegurador del devenir. Es obvio que el miedo, aunque imaginario,
puede hacer pagar su precio exigiendo envergadura, un “territorio” que ocupe
más espacio. Y los años, y las hormonas, y la Ley que implica que un astro se agranda en su
madurez antes de achicarse en su vejez… Todo ésto me ocurre. La verdad, parece
que el universo ha querido que de nada natural me privara, no sea cosa que con
eso me privara de algún aprendizaje.
Muy pronto estaré a dos años de los
sesenta. Cada día es tánto y tán bueno: lo claro resplandece como el sol, que
en este momento del año nace justo delante de mi ventana, y que hago de cuenta
que me mira ni bien termina de asomar y luce su redondez de oro. Lo oscuro
sigue siendo desafío de percatación y de aceptación. Me sirve recordar lo que
me contaron fue lo último que dijo san Francisco antes de morir: “Señor,
aquí estoy con mis miserias”. ¡Uau! ¡Él consideraba que tenía
miserias!... ¡Qué estímulo para aceptar las mías! ¡Qué tema saber que así será
mientras viva!: Luz y oscuridad, inseparables compañeras.
Me gusta el origen de la palabra “misericordia”:
miseri-cordia = cordial con las miserias; y cordial viene de “corazón”. Poner
el corazón… amar/comprender/aceptar mi oscuridad y así la de otros. Uau y mil
veces uau… ¡Qué bendición cuando ocurre! Creo que a ésto muchas personas lo
llaman “el descenso de la gracia”. Yo lo vivo como un ascenso… algo que sube,
que emerge, y se hace consciente.
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