“Lo que pasa es que usted no baja de peso porque no tiene fuerza de
voluntad. Lo que tiene que hacer es cerrar la boca.”
¿Oyó esto alguna vez? ¿Le
sirvió?
La fuerza de voluntad no
sirve para cerrar la boca porque proviene de la función intelectual del cerebro. La ansiedad es una
emoción y proviene de una función diferente: la emocional.
Durante un atracón prevalece la emoción, no el pensamiento. En el
preciso momento del atracón, los efectos que puede provocar el exceso al comer
(gordura, culpa, recriminaciones, vergüenza) forman parte de “lo pensado”, no
de “lo sentido”. Y lo cierto es que la comida ingerida con ansiedad, puede
calmar. La necesidad del efecto calmante, aunque a veces oculta, siendo una
emoción tiene prioridad y adquiere intensidad y velocidad, porque, justamente,
es la necesidad del efecto calmante disfrazada de necesidad de comer. La
gordura, cuando viene, lo hace después de la ingesta; la culpa, las
recriminaciones y la vergüenza vienen a veces durante la ingesta y a veces
después; y muchas veces éstas últimas constituyen un problema mucho mayor que
el exceso de peso. Un flaco que come ansiosamente puede sentir que está “durmiendo con el
enemigo”: su despótico censor interno no lo deja vivir en paz; con sus juicios
negativos intoxica su vida familiar, social, laboral, sexual; así también como
su posibilidad de crear y de tomar decisiones.
Los excesos de comida no son sólo un asunto de
comida. El cuerpo tiene razones que la razón no comprende.
Elena B. Werba