jueves, 11 de abril de 2013

Gordura: ¡Veeeeeeeen!


En su libro "Ligero de Equipaje", Carlos Vallés cuenta que Anthony de Mello había  aconsejado durante años: "¡Cambien! Cambien aunque sólo sea por el gusto de cambiar. Mientras no tengan una razón fuerte y positiva para no cambiar, ¡Cambien! Cambiar es desarrollarse y cambiar es vivir; por eso, si quieren seguir viviendo, sigan cambiando."



     Y de repente cambió de opinión y comenzó a aconsejar lo contrario: "No cambien.  Ámense a ustedes mismos tal como son, y el cambio ya tendrá lugar por sí mismo, cuando lo quiera y si lo quiere. Déjense en paz."

     Tony de Mello comenzó a objetar al cambio porque se dio cuenta que lo que nos mueve a querer cambiarnos a nosotros mismos es la falta de tolerancia, y es ese mismo estado de intolerancia lo que impide el cambio. La resistencia que oponemos a nuestra odiada tendencia, sólo sirve para reforzarla.

     Es primavera y el verano se acerca. Todos los años es el tiempo de "la gran intolerancia" con nuestro cuerpo, si está gordo o si está flaco. La delgadez ya no es ninguna garantía de tolerancia, porque el problema no es tanto el cuerpo y su tamaño sino, más que nada, nuestros hábitos de crítica y autocrítica.

     Muchas de nosotras podemos recordar aquellos tiempos cuando, aún estando flacas nos veíamos gordas; y si luego juntamos kilos de más, nos viene la pregunta: "¿No será que de tanto verme gorda, a la gordura, la estuve llamando? : Gordura ¡Veeeeeeen!"

     Nos comemos la intolerancia lo mismo que el enojo. La intolerancia nos engorda.
La pelea nunca nos permitirá bajar de peso y mantenerlo, ni manejar nuestra ansiedad por la comida, porque somos mucho más que un cuerpo y un número en la balanza. Y en palabras del mismo Tony: "Dejamos de pelearnos y aceptamos la realidad como el pájaro acepta sus alas: para volar".

                                                                                                      Elena B. Werba  

jueves, 28 de febrero de 2013

Comida en exceso: Las razones del cuerpo



Con o sin sobrepeso, la ansiedad por la comida puede ser un problema; y al querer bajar de peso, la ansiedad, que se resiste a ser controlada con la fuerza de voluntad, puede impedir el adelgazamiento o incluso producir un aumento de peso con respecto al inicio de una dieta.

“Lo que pasa es que usted no baja de peso porque no tiene fuerza de voluntad. Lo que tiene que hacer es cerrar la boca.”
¿Oyó esto alguna vez? ¿Le sirvió?

La fuerza de voluntad no sirve para cerrar la boca porque proviene de la función  intelectual del cerebro. La ansiedad es una emoción y proviene de una función diferente: la emocional.

Durante un atracón prevalece la emoción, no el pensamiento. En el preciso momento del atracón, los efectos que puede provocar el exceso al comer (gordura, culpa, recriminaciones, vergüenza) forman parte de “lo pensado”, no de “lo sentido”. Y lo cierto es que la comida ingerida con ansiedad, puede calmar. La necesidad del efecto calmante, aunque a veces oculta, siendo una emoción tiene prioridad y adquiere intensidad y velocidad, porque, justamente, es la necesidad del efecto calmante disfrazada de necesidad de comer. La gordura, cuando viene, lo hace después de la ingesta; la culpa, las recriminaciones y la vergüenza vienen a veces durante la ingesta y a veces después; y muchas veces éstas últimas constituyen un problema mucho mayor que el exceso de peso. Un flaco que come ansiosamente  puede sentir que está “durmiendo con el enemigo”: su despótico censor interno no lo deja vivir en paz; con sus juicios negativos intoxica su vida familiar, social, laboral, sexual; así también como su posibilidad de crear y de tomar decisiones.
Los excesos de comida no son sólo un asunto de comida. El cuerpo tiene razones que la razón no comprende.
                                                                                                    Elena B. Werba


Ansiedad por la comida: La impotencia del "basta"



Con o sin sobrepeso, la ansiedad por la comida puede ser un problema; y cuando necesitamos bajar de peso, la ansiedad, inmanejable con la voluntad, acaba con nuestra esperanza de éxito, intento tras intento.

 
Dietas sucesivas con éxitos transitorios, nos revelan:

LO QUE ENGORDA DEPENDE DE LA CANTIDAD.
EL EXCESO INGRESA DEBIDO A LA ANSIEDAD.
LA ANSIEDAD ES UNA EMOCIÓN.
NINGUNA EMOCIÓN SE MANEJA CON LA VOLUNTAD.

La ansiedad es una emoción, y como tal no escucha razones.
Desde hace milenios, en las antiguas escuelas de conocimiento, se enseñaban estrategias para poner un límite a las emociones llamadas "negativas", como la recriminación, la autocompasión, la culpa o el miedo.
La ansiedad, siendo una emoción, permite ser tratada con las mismas estrategias.  Esta posibilidad está aún vigente.

Manejar la ansiedad por la comida implica aprender, y sumar como opción, otras maneras de ponernos y poner límites,  especialmente no enjuiciadoras, tanto al comer como al vincularnos.
Nuestros excesos no son sólo un asunto de comida: El cuerpo tiene sus razones. Al aprender a escucharlas y satisfacerlas, la impotencia del “basta”, del “hasta aquí”, cede su lugar a la potencia de la moderación.
                                                                                                    Elena B. Werba





jueves, 21 de febrero de 2013