martes, 26 de enero de 2016

Un poco de mi historia

Por qué la fuerza de voluntad no alcanza
En 1991, cuando tenía 40 años y con un problema con la gordura desde niña, coordinaba grupos para el mantenimiento del peso con dietas, en la esperanza de que, al coordinar grupos, no volvería a subir de peso, lo cual siempre me ocurría después de una dieta. Realizaba la coordinación en una gran empresa dedicada al adelgazamiento, donde había muchos grupos simultáneos y muchas coordinadoras. Me di cuenta de que, poco a poco, y a pesar de la fidelidad en la asistencia al grupo, la mayoría de los asistentes volvía a engordar. Consultando esta situación con otras coordinadoras, coincidimos en que sucedía lo mismo en todos los grupos y también con nosotras, las “obesas recuperadas”.
Desde 1987 yo era instructora de yoga. Los instructores de yoga aprendemos de qué manera las leyes de la naturaleza influyen a través de nuestras conductas creando salud o enfermedad. En 1991, cuando coordinaba los grupos de mantenimiento, estudiaba la ley de péndulo, también llamada “ley de las compensaciones”.
Durante uno de los entrenamientos para coordinadoras, cuando intercambiábamos ideas acerca de qué hacer para solucionar los ascensos de peso en los participantes que ya habían completado su adelgazamiento, de repente vi, con total claridad, cuál era el problema: por implacable cumplimiento de la ley de péndulo, la dieta, como esfuerzo a largo plazo, creaba ella misma procesos compensatorios: los atracones. Dietas y atracones eran las dos caras de una misma moneda.
De repente comprendí la enorme importancia de algo que una compañera coordinadora y psicóloga me había dicho tiempo antes: “Creo que es necesario sacar de nuestro vocabulario dietario las palabras transgresión y plato permitido”. Por supuesto así era: ambos conceptos generaban presión a compensar, con comida, por la ley de péndulo.
Juntas realizamos para la empresa un trabajo escrito para remover estas palabras y otras que generaban efectos similares, y reemplazarlas por términos más “tolerantes”. El trabajo fue acogido y los cambios realizados; y entonces me di cuenta de que esto, aunque significaba una gran mejoría, no permitiría una solución efectiva. No era cuestión de hacer “parches” sobre lo mismo sino de un giro genuino en el enfoque global del problema con la ansiedad. Era necesario un cambio de paradigma.
En las dietas, la ansiedad se maneja con la fuerza de voluntad. Fue de enorme alivio cuando me di cuenta de que si yo no podía manejarla de esa manera, no se debía a una “falla” de mi parte, sino a que la fuerza de voluntad es una función del intelecto y la ansiedad es una emoción. Aún me sorprende no haberlo visto antes: el intelecto no maneja emociones.
Así como en la psicología del yoga y en otros conocimientos tradicionales encontré la ley de péndulo, así también encontré técnicas y estrategias transmitidas desde hace milenios para mejorar en el área emocional. En principio, ordené estos recursos en el contexto del problema con la comida y con el cuerpo, y el 26 de febrero de 1994 comencé a desarrollar los cursos para aprender cómo generar moderación con las sustancias, incluido el cigarrillo. En 1997 agregué la enseñanza de estrategias para aprender otros modos de vincularse, habiendo verificado ampliamente cómo el origen y base de todas las adicciones, tanto a las sustancias como a las actividades, están sustentadas en el modo de vinculare.
A las estrategias les di el nombre de La Semilla. Sentí su enorme potencia, como el de una semilla.
Te deseo lo mejor.




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